martes, 23 de octubre de 2007

EL DOLOR DE UN PADRE (historia de mis antepasados)

En tiempos donde todo era blanco y negro y el pan se administraba como ahora no lo hacemos, un padre y su hijo pasaban la mayor parte del tiempo juntos, Francisco, el niño sentía pasión por su padre, al igual que Juan por él.
Todos los días Juan se llevaba a Francisco al campo para que lo acompañase mientras él arreglaba las tierras, luego por la noche el niño le contaba entusiasmado a su madre lo que habían hecho:
-¡Mamá, mamá! hoy hemos podado las oliveras, papá no me ha dejado hacerlo a mí, pero dice que cuando sea más grande podre hacerlo yo solo.

Francisco contaba con diez años de edad, era un niño cariñoso y entrañable, era dicharachero y siempre estaba hablando.

Un día, en las tierras, Juan vio que Francisco no paraba de toser, pensó que sería un simple resfriado.
A medida que pasaban los días la tos empeoraba, Francisco estaba débil, pero todavía conservaba la ilusión de ir al campo.

Una tarde María, su madre, lo llevó al médico. El doctor lo examinó y comprobó que ardía en fiebre.
-María, mañana por la mañana dele estas pastillas y que guarde reposo, es un simple resfriado.

Al día siguiente, Juan entró en la habitación del pequeño para verlo, se acercó y le dio un beso. Cuando salía por la puerta de la habitación Francisco lo llamó con una voz fina y débil:
-Papá, esperame, me voy contigo.
-No, hijo mío, mamá tiene que darte la medicina y tienes que descansar.
-Pero yo quiero ir. -Francisco empezó a hacer pucheros.
-Mira Francisco, hoy tienes que ponerte mejor, mañana, te prometo que vienes y te dejo podar unas oliveras que quedan.

Juan se fue con el corazón partido, ver a su hijo allí, tumbado, le rompía el alma. No llevaba ni la mitad del camino, cuando por detrás se acercó su vecino en un caballo.
-¡Juan, Juan! tienes que venir deprisa a tu casa.
-¿Qué ha pasado?
-¡Vamos, deprisa!

Cuando llegó la noticia que le dieron lo dejó sin respiración.
-Juan, Francisco ha muerto, se tomó las pastillas y todo sucedió tan deprisa...

Entró corriendo en la habitación, la imagen que vio fue dantesca: Francisco yacía sin vida en la cama, María lo abrazaba llorando sin consuelo. Juan se arrodilló llorando y preguntándole a Dios por qué le había quitado al niño de sus ojos.

A Juan siempre le quedó esa espina, si se lo hubiera llevado y no le hubieran dado las pastillas, hubiese estado con él y quizás no hubiera muerto.

2 comentarios:

Unknown dijo...

me ecantas tus historias sonia!!!!


sigue escribiendo!!!


xao

xxx

Sonia dijo...

Hola, Fran. Por lo que veo sigues entrando por aquí. Es que he dejado el blog en el olvido, me he olvidado hasta de la contraseña. Pero si quieres seguir leyendo mis relatos puedes entrar en www.yolje.com cuando estés en el portal literario pincha en foro de literatura. Estoy registrada como Sonia. Un fuerte abrazo.